Porqué no nos damos permiso para llorar

Cuando contenemos el llanto, no solo estamos evitando que se nos vea vulnerables, también estamos cerrando una vía natural de descarga emocional que nuestro cuerpo necesita para autorregularse.

Llorar no es debilidad. Es una forma instintiva que tiene nuestro sistema nervioso de liberar tensión, aflojar la presión interna y procesar lo que nos duele.

 

¿Qué ocurre cuando contienes el llanto?




1.     El cuerpo entra en modo contención.
La mandíbula se aprieta, los músculos del cuello y el pecho se tensan, el abdomen se contrae. Se activa el sistema nervioso simpático, como si hubiera un peligro.

 

2.     El sistema nervioso no descarga.
Las emociones que iban a liberarse a través del llanto se quedan atrapadas. Esto puede aumentar la ansiedad, la irritabilidad, la confusión o incluso generar síntomas físicos (dolor de cabeza, opresión en el pecho, fatiga).

 

3.     Se refuerza la idea de que sentir es “demasiado”.
Cada vez que te dices “aguántate”, “no llores”, “no es para tanto”, tu sistema emocional aprende que no es seguro expresar lo que sientes.

 

¿Por qué muchas veces contenemos el llanto?

 

  • Porque aprendimos que “llorar es de débiles”

  • Porque tememos desbordarnos y no poder volver al control

  • Porque no sentimos un espacio seguro donde hacerlo

  • Porque nos acostumbramos a ser quienes sostienen a los demás

 

¿Qué necesita tu cuerpo en vez de contener?

Un lugar donde llorar sea posible
Un acompañamiento que no te juzgue
Tiempo para soltar lo que se quedó atrapado
Permiso interno para sentir, sin prisa y sin culpa

  

Pequeño ejercicio: “Me doy permiso”

 

1.     Busca un espacio donde estés a solas y te sientas segura.

2.     Coloca una mano en el corazón y otra en el abdomen.

3.     Inhala profundo… exhala lento.

4.     Di internamente o en voz baja:

“No tengo que contener. Puedo soltar. Estoy a salvo ahora.”

5.     Si viene el llanto, no lo frenes. Solo acompáñalo con la respiración.
Si no aparece, igual has sembrado el permiso.

 

 

En resumen:

Contener el llanto es una forma de autoprotección…
pero también puede ser una forma de autoabandono.

Llorar no te rompe.
Te alivia. Te vacía. Te limpia.
Te recuerda que sentir es humano y que no tienes que hacerlo todo en silencio.

 

 

 

 

 

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