La ansiedad no solo está “en tu cabeza”

Muchas veces creemos que la ansiedad es solo algo mental, como si fuera “preocuparse demasiado” o “pensar en exceso”.
Pero la ansiedad no vive solo en la mente.
Afecta al cuerpo, a los pensamientos y a nuestras relaciones.
Y entender esto puede ayudarte a dejar de culparte, y empezar a acompañarte.

A nivel corporal

La ansiedad activa el sistema de alarma de tu cuerpo, como si hubiera un peligro constante (aunque no lo haya).
Y tu cuerpo responde como si tuviera que luchar, huir o congelarse.

Eso puede sentirse así:

  • Tensión muscular: hombros duros, cuello rígido, mandíbula apretada.

  • Palpitaciones o presión en el pecho, como si no pudieras respirar del todo.

  • Problemas digestivos: náuseas, dolor de estómago, hinchazón o cambios en el ritmo intestinal.

  • Sudoración, temblores, insomnio: el cuerpo no logra entrar en modo descanso.

  • Agotamiento físico o hiperactividad, porque tu sistema nervioso no encuentra una pausa real.

Tu cuerpo no te está fallando. Está intentando protegerte, aunque no sepa cómo.

A nivel cognitivo (mental)

La mente también se altera. Entra en un modo de control o de peligro que puede parecer interminable.

Esto puede incluir:

  • Pensamientos repetitivos, que giran en bucle: “¿Y si…?”, “¿Por qué pasó esto?”, “¿Y si vuelve a pasar?”

  • Miedo constante a que algo malo ocurra, aunque no tengas pruebas reales.

  • Dificultad para concentrarte, leer, estudiar o seguir una conversación.

  • Críticas internas muy duras: “No valgo”, “Estoy exagerando”, “No debería sentir esto”.

  • Necesidad de tener todo bajo control: si no tienes certezas, sientes que pierdes seguridad.

La ansiedad te hace sentir que tienes que resolverlo todo ya, incluso cuando no hay nada que resolver.

A nivel relacional

Las relaciones también se ven afectadas por la ansiedad.
A veces por miedo, a veces por necesidad de protección, a veces por el cansancio emocional que conlleva.

Algunas señales comunes:

  • Aislamiento: te alejas de los demás por miedo a no estar “bien”.

  • Hiperdependencia: sientes que no puedes estar sola o que necesitas que alguien te calme todo el tiempo.

  • Dificultad para poner límites, decir “no” o pedir lo que necesitas.

  • Reacciones intensas: malentendidos, discusiones, sentir que todo lo que hacen o dicen los demás te afecta mucho.

  • Miedo al juicio o al abandono, aunque todo esté bien.

  • Autoexigencia: sentir que tienes que estar bien por fuera, aunque por dentro estés al límite.

La ansiedad se mete en tus vínculos sin que lo quieras. Pero también se puede sanar desde ahí.

En resumen:

La ansiedad no es solo un problema mental. Es una experiencia completa que afecta a tu cuerpo, tu mente y tus vínculos.
Y no, no estás exagerando. Estás viviendo algo real, aunque no se vea desde fuera.
Lo importante no es “luchar contra la ansiedad”, sino entender qué te está mostrando y cómo puedes acompañarte mejor.

Si necesitas apoyo, recuerda que no tienes que atravesarlo sola.

Anterior
Anterior

Cómo sanar la ansiedad que nos afecta a nivel corporal.

Siguiente
Siguiente

Autolesión: cuando el dolor se convierte en un intento de sobrevivir