La adopción y el efecto en nuestra vida y en nuestro cuerpo

La adopción

Desde una mirada sistémica y transgeneracional, implica mucho más que un nuevo comienzo. Implica también una historia anterior, visible o no, que deja huella en el cuerpo, las emociones y los vínculos.

 

La adopción no empieza cuando un niño llega a una familia

Empieza mucho antes: en una historia de origen que ha implicado, en la mayoría de los casos, pérdida, ruptura de vínculo y duelo. El niño o niña adoptado, incluso si era bebé, ha vivido una separación temprana que impacta directamente en su sistema nervioso y en su manera de construir seguridad, pertenencia y vínculo.

Desde el enfoque sistémico y transgeneracional, entendemos que todo sistema familiar tiene una memoria que busca equilibrio. Cuando alguien es excluido, olvidado o rechazado (como suele ocurrir con la madre o familia biológica en muchos relatos de adopción), el sistema intenta "repararlo" a través de las generaciones.

 

¿Qué herencia trae un niño adoptado?

Aunque cambie de entorno, su historia corporal y emocional sigue viva. Y también lo está su lealtad inconsciente a su familia de origen.

Puede manifestarse en:

  • Sentimientos de culpa o deslealtad al vincularse con sus nuevos cuidadores.

  • Conductas de auto boicot o dificultad para recibir amor.

  • Miedo al abandono o ansiedad por separación.

  • Necesidad constante de ser visto, validado o aprobado.

  • Dificultades para enraizarse o sentir pertenencia.

  • Confusión de identidad: ¿Quién soy realmente?

 

El trauma relacional temprano

Cuando una separación ocurre en una etapa temprana, el sistema nervioso lo registra como un peligro vital. Esto puede dar lugar a un trauma de apego, donde la confianza básica queda dañada.

Aunque el entorno actual sea seguro, el cuerpo sigue esperando ser abandonado, rechazado o “no visto”.

Por eso, amar no es suficiente: el vínculo necesita ser reconstruido a través de presencia, regulación compartida y validación de la historia previa.

 

¿Cómo acompañar desde una mirada más amplia?

 

1.     Nombrando la historia de origen sin ocultarla
El silencio genera más carga que la verdad dicha con amor. Nombrar lo que se sabe, con respeto y claridad, libera.

2.     Honrando a la familia biológica sin excluirla
No se trata de elegir entre “una u otra”. Se puede incluir lo que fue, para poder habitar lo que es.

3.     Reconociendo el trauma, incluso si no se recuerda
El cuerpo sí lo recuerda. Y necesita tiempo, seguridad y regulación para procesarlo.

4.     Trabajando las lealtades invisibles
A veces, por amor a la madre biológica, el niño no se permite ser feliz. Detectar y liberar esas lealtades permite que pueda abrirse a la vida con más libertad.

5.     Teniendo en cuenta el sistema transgeneracional del niño y de la familia adoptiva
Cada sistema tiene sus propias heridas, expectativas y dinámicas no resueltas. Al encontrarse, pueden activarse mutuamente.

 

Desde la mirada sistémica (como la que propone Bert Hellinger en las constelaciones familiares), los padres biológicos y los padres adoptivos ocupan lugares distintos, pero igualmente importantes dentro del sistema. El orden es clave, y honrar cada lugar ayuda a que el niño o adulto adoptado pueda sentirse en paz con su historia y con su identidad.

 

Aquí te explico cómo se colocan:

Padres biológicos: los que dan la vida

En sistémica, los padres biológicos tienen un lugar que nadie más puede ocupar: el de dar la vida. Esa posición es única, sagrada, y está antes que cualquier otro vínculo.

  • Aunque hayan estado ausentes, aunque haya dolor o abandono, el acto de dar la vida los coloca en el origen.

  • Excluirlos o rechazarlos (consciente o inconscientemente) crea desorden interno. Muchas veces, la persona adoptada no puede sentirse completa si no se permite incluirlos en su corazón.

  • Honrar a los padres biológicos no significa justificar lo que ocurrió, sino darles su lugar como origen: “Gracias por la vida”.

 

Padres adoptivos: los que sostienen la vida

Los padres adoptivos ocupan un lugar diferente, pero igualmente valioso: el de sostener, acompañar y nutrir.

  • Desde la mirada sistémica, su lugar es después de los padres biológicos. Esto no los hace “menos”, sino que reconoce el orden natural de llegada a la vida.

  • Pueden decir internamente (y con humildad amorosa):
    “No soy tu madre biológica, pero estoy aquí para cuidarte. Si me lo permites, ocuparé un lugar en tu corazón.”

 

¿Qué ocurre cuando hay confusión o rechazo entre estos lugares?

  • Si el sistema (familiar o social) niega, critica o excluye a la madre biológica, la persona adoptada puede sentirse dividida o leal al dolor.

  • Si el niño (o adulto) no puede incluir a ambas figuras en su corazón, suele haber dificultades de identidad, pertenencia o vínculo.

  • A veces, hay un deseo inconsciente de “ser leal” al abandono, al sufrimiento o a lo que no fue.

 

¿Cómo se repara desde lo sistémico?

  • Reconociendo internamente:
    “Tú me diste la vida, y eso fue suficiente. Gracias.” (a los padres biológicos)
    “Tú me criaste con amor, y te lo agradezco.” (a los padres adoptivos)

  • Honrando los dos sistemas: el de origen y el que acogió.
    Sin excluir. Sin negar. Sin jerarquizar desde el juicio.

  • Acompañando los procesos emocionales con respeto:
    No forzar el vínculo ni exigir “gratitud”, sino permitir que el amor crezca desde la verdad y el orden.

 

Frases para integrar

 

  • “No necesito elegir entre amar a quien me cuida y a quien me dio la vida.”

  • “Puedo pertenecer a esta familia sin dejar de honrar de dónde vengo.”

  • “No estoy rota. Estoy reconstruyendo el vínculo desde otro lugar.”

  • “Mi historia tiene valor, incluso en sus silencios.”

  • “Puedo amar a ambos. A quien me dio la vida, y a quien me la sostuvo. Mi corazón tiene espacio para los dos.”

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