El trauma

¿Qué es un trauma?

El trauma no es el hecho en sí, sino cómo lo vive tu sistema nervioso.
Es aquello que te desborda, que llega demasiado rápido, demasiado fuerte o durante demasiado tiempo, y para lo que no tuviste apoyo suficiente.

Trauma es todo aquello que, cuando ocurrió, superó tu capacidad de respuesta emocional… y que hoy sigue teniendo un eco en tu cuerpo, en tu mente o en tus relaciones.

 

Trauma simple

 El trauma simple se refiere a un evento único, concreto y limitado en el tiempo que fue impactante emocional o físicamente.

 Por ejemplo:

  • Un accidente

  • Una cirugía invasiva

  • Una pérdida repentina

  • Una agresión puntual

  • Una experiencia de miedo intenso o vergüenza

 

Aunque el cuerpo lo recuerda con fuerza, puede ser integrado más fácilmente con un entorno seguro, comprensión emocional y acompañamiento terapéutico.

 Las secuelas pueden ser:

  • Hipervigilancia

  • Flashbacks

  • Ansiedad en situaciones similares

  • Dificultades para relajarse o dormir

 

Trauma complejo

 El trauma complejo no ocurre por un solo evento, sino por la repetición o acumulación de experiencias emocionalmente dolorosas en el tiempo, sobre todo durante la infancia.

 Esto incluye:

  • Crecer sin sentirse visto, sostenido o validado

  • Violencia verbal, física o emocional crónica

  • Ambientes impredecibles o con abuso de sustancias

  • Ser testigo de conflictos intensos

  • Cuidadores fríos, ausentes o inestables emocionalmente

 

Cuando una niña o niño no recibe la presencia emocional que necesita, su sistema nervioso aprende a sobrevivir, adaptarse y desconectarse.

Este tipo de trauma deja una huella más profunda porque no se trata de algo que pasó… sino de algo que nunca estuvo: protección, sintonía, afecto, contención.

 

 Heridas que quedan tras el trauma

 

1. Herida de abandono:

Se instala cuando no hubo una figura disponible emocionalmente. Puede generar una sensación de vacío profundo, miedo a estar sola, apego ansioso o dependencia emocional.

 

2. Herida de rechazo:

Surge cuando una parte de ti fue juzgada, criticada o silenciada. Como consecuencia, puedes desconectarte de tu autenticidad, sentirte “demasiado” o “no suficiente”.

 

3. Herida de humillación:

Presente cuando se ridiculizan tus emociones o se castigan tus necesidades. Puede dejar una fuerte culpa corporal, necesidad de complacer o autoexigencia extrema.

 

4. Herida de traición:

Cuando quien debía protegerte falló. Aparece una gran dificultad para confiar, y a veces, el impulso de controlar para sentirte a salvo.

 

5. Herida de injusticia:

Cuando no fuiste tratada con equidad o se invalidaron tus emociones. Puede crear rigidez, perfeccionismo y dificultad para conectar con tu vulnerabilidad.

 

¿Cómo sanar?

 Sanar el trauma no es “superarlo” mentalmente, sino darle al cuerpo lo que no tuvo:

  • Seguridad

  • Presencia

  • Acompañamiento compasivo

  • Herramientas para regularse

 La sanación profunda se da cuando dejamos de sobrevivir… para empezar a habitar nuestra vida desde la conexión.

 

En resumen

  • El trauma no siempre es visible. Vive en el cuerpo y en nuestras respuestas automáticas.

  • El trauma simple suele tener una causa clara. El trauma complejo es más difuso y profundo.

  • Detrás del trauma hay heridas que afectan nuestra forma de vincularnos, cuidarnos y habitarnos.

  • Sanar es posible cuando hay espacio seguro, cuerpo presente y escucha real.

 

 

Prácticas somáticas para acompañar las heridas del trauma

 

1. Herida de abandono 

Práctica: "Aquí estoy contigo"

Objetivo: cultivar la presencia y sostén interno

Cómo hacerla:

  • Siéntate o túmbate cómodamente.

  • Coloca una mano en el pecho y otra en el abdomen.

  • Inhala lento en 4… exhala en 6.

  • Repite internamente:
    “Estoy aquí. No te dejo sola.”
    “Mi presencia es suficiente.”

  • Imagina que te acompañas como lo harías con una niña que necesita consuelo.

 Hazlo durante 2-5 minutos, especialmente cuando sientas soledad o desconexión.

 

2. Herida de rechazo

Práctica: “Soy bienvenida tal como soy”

Objetivo: reconectar con la autoaceptación

 

Cómo hacerla:

  • Frente a un espejo, mírate a los ojos.

  • Coloca una mano sobre el corazón.

  • Con voz suave o mentalmente, repite frases como:
    “Te veo.”
    “Te acepto con todo lo que sientes.”
    “No tienes que esconderte.”

  • Si sientes incomodidad, solo observa. Esa es parte de la práctica.

Permite que tu cuerpo reciba estas palabras sin exigencia.

3. Herida de humillación

Práctica: “Recuperar el espacio corporal”

Objetivo: liberar vergüenza corporal y conectar con dignidad

 

Cómo hacerla:

  • Ponte de pie, con los pies bien apoyados.

  • Gira suavemente los hombros hacia atrás, abre el pecho.

  • Levanta ligeramente la barbilla.

  • Respira sintiendo que ocupas tu lugar.

  • Repite: “Tengo derecho a estar aquí, con mi cuerpo tal como es.”

 

Puedes moverte con música suave para liberar tensiones asociadas al cuerpo.

 

4. Herida de traición

Práctica: “Raíces de seguridad”

Objetivo: cultivar confianza interna desde el cuerpo

 

Cómo hacerla:

  • Siéntate con ambos pies firmes en el suelo.

  • Imagina que desde tus plantas crecen raíces profundas hacia la tierra.

  • Al inhalar: “Me enraizo.”

  • Al exhalar: “Estoy a salvo aquí.”

  • Balancea ligeramente el cuerpo adelante y atrás para sentir tu centro.

 

Haz esta práctica cuando te sientas desconfiada o insegura.

 

 

5. Herida de injusticia

Práctica: “Suavizar el control”

Objetivo: permitir la flexibilidad emocional y la autocompasión

 

Cómo hacerla:

  • Lleva tus manos al vientre.

  • Inhala suave, exhala profundo, sin controlar el ritmo.

  • Cada vez que exhales, imagina que dejas salir la necesidad de “hacerlo perfecto”.

  • Repite:
    “No tengo que hacerlo todo bien.”
    “Puedo sentir sin exigirme nada.”

 

Permite que el cuerpo entre en un estado más blando, menos rígido.

El trauma no siempre deja cicatrices visibles pero si heridas profundas

 

 

 

 

 

 

 

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