¿Cómo se trabaja en terapia desde la mirada somático integrativa?

La terapia somática integrativa parte de una idea sencilla pero profundamente transformadora: el cuerpo guarda la memoria de lo vivido. Incluso cuando tu mente ya no recuerda o intenta justificar lo que pasó, tu cuerpo sigue hablando a través de síntomas, tensiones, bloqueos o emociones que aparecen sin motivo aparente. Y ahí es donde el acompañamiento somático cobra sentido, tu cuerpo sigue reaccionando a lo que en algún momento fue demasiado.

Una terapeuta somática integrativa acompaña esos procesos desde una mirada holística, uniendo cuerpo, mente, emoción y relación.

 

El cuerpo también habla y cuenta la historia


Cuando vivimos experiencias difíciles o traumáticas, muchas veces no tenemos recursos para procesarlas en ese momento. Entonces, el cuerpo guarda la carga.

  • Una respiración que se corta.

  • Un hombro encogido como gesto de defensa.

  • Una rigidez en el estómago que nunca se suelta.

 

Todo esto son fragmentos de memoria corporal que no se han integrado.

No se trata solo de hablar de lo que pasó, sino de escuchar lo que el cuerpo guarda, esos movimientos interrumpidos son parte de la historia que pide ser atendida.

La terapeuta ayuda a escucharlos, darles un lugar y acompañar lo que piden.

 

Regular el sistema nervioso


El trauma y el estrés no sólo son recuerdos, son estados fisiológicos que dejan al sistema nervioso atrapado en estados de alerta constante (hiperactivación) o bloqueo y desconexión (hipoactivación), o en una montaña rusa entre ambos.

La terapeuta integrativa acompaña a que el sistema nervioso encuentre más equilibrio a través de recursos como:

 

  • Ejercicios de respiración consciente.

  • Movimiento lento y reparador (movimiento consciente)

  • Anclajes en sensaciones de calma y seguridad.

  • Tocar la tierra, volver al presente.

 

Acompañar sin forzar


El trauma necesita seguridad para poder mostrarse. Por eso, la terapeuta somática integrativa no empuja ni invade: acompaña despacio, creando un espacio de respeto y presencia.

Se trata de ir despacio, ayudando a que la persona se acerque a lo que duele sin sentirse desbordada.

 

Traer recursos y presencia


Cada sesión incluye prácticas sencillas que la persona puede llevarse consigo: ejercicios para calmarse en un momento de ansiedad, gestos corporales para sentir más fuerza o arraigo, pequeños rituales que ayudan a sostenerse. No se trata solo de la hora de terapia, sino de aprender a regularse y acompañarse en el día a día, ofreciendo ejercicios que ayudan a la persona a reconectar con su cuerpo, a recuperar la calma y a sentirse más presente en su vida diaria.

 

Mirada transgeneracional y sistémica


No solo se trabaja lo individual (heridas de la infancia) ya que el cuerpo también carga lo que no es suyo, conflictos de la familia y de las generaciones anteriores. La terapeuta somática integrativa puede explorar cómo influyen:

  • Lealtades invisibles hacia padres o abuelos.

  • Mandatos familiares (“no muestres tu dolor”, “tienes que ser fuerte”).

  • Heridas no nombradas que se transmiten como silencios.

 Se puede explorar cómo influyen las dinámicas familiares, las lealtades invisibles o el peso de lo no dicho en generaciones anteriores.

En definitiva, una terapeuta somática integrativa acompaña procesos profundos de sanación, donde la clave no está solo en entender con la mente, sino sentir, escuchar e integrar con el cuerpo.

 

Porque sanar no es solo recordar lo que pasó, sino poder estar en el presente sin que lo que ocurrió siga decidiendo por nosotros

 

 

 

 

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