¿Y si el niño necesita sentir que es visto y sostenido?

Muchos niños no pueden “estar presentes” no porque no quieran, sino porque su cuerpo está ocupado intentando sobrevivir.

Pueden parecer distraídos, inquietos, hipersensibles o ausentes. Y desde fuera, a veces creemos que es desobediencia, inmadurez o falta de límites.

Pero lo que suele estar ocurriendo por dentro… es mucho más profundo.

El cuerpo del niño vive en estado de alerta

Cuando un niño se siente en peligro —aunque no haya una amenaza visible— su sistema nervioso se activa para protegerle.

Ese peligro no siempre es tangible. A veces no tiene forma ni palabras, pero sí tiene un impacto real.

¿Dónde percibe el peligro un niño?

Peligros visibles

  • Peleas entre figuras de apego. El tono, los gritos o incluso el silencio tenso son interpretados como señales de inseguridad.

  • Separación de los padres. Aunque se le diga que “todo va a estar bien”, el niño siente que algo se rompió en su mundo.

  • Falta de presencia emocional. Cuando papá o mamá están abrumados por sus propias emociones, el niño puede sentir: “No hay nadie para mí”.

Peligros invisibles

  • No ser visto, escuchado ni nombrado. El niño necesita ser percibido con presencia real. Cuando no lo es, su cuerpo se siente solo.

  • Lealtades familiares invisibles. A veces, sin querer, el niño ocupa roles que no le corresponden: cuidador, pacificador, salvador.

  • Carga transgeneracional. Puede heredar miedos, culpas o emociones que no vivió directamente, pero que han quedado grabadas en el sistema familiar.

El cuerpo lo registra todo

El niño no recuerda tanto lo que se le dijo, sino lo que su cuerpo sintió.

  • ¿Se sintió protegido?

  • ¿Tuvo permiso para llorar?

  • ¿Pudo mostrar rabia sin ser rechazado?

  • ¿Hubo alguien que se quedó cerca cuando tenía miedo?

Porque el sistema nervioso infantil no necesita explicaciones, necesita presencia, contacto y seguridad relacional.

¿Qué ocurre si no se siente a salvo?

El niño empieza a desconectarse de su cuerpo y del momento presente.Se agita, se distrae, se vuelve impulsivo, tiene explosiones emocionales o se encierra.
Se activa la respuesta de supervivencia (lucha, huida o congelación).

Y eso puede confundirse con TDA, TDHA, desobediencia, inmadurez o “mal comportamiento”, cuando en realidad es un sistema nervioso intentando adaptarse a un entorno que percibe como imprevisible o inseguro.

¿Cómo ayudarle a sentirse seguro?

No con exigencias ni correcciones rápidas, sino con presencia, regulación y validación.

Voz calmada y predecible.
Contacto físico suave (si lo permite).
Rutinas que den contención.
Movimiento libre y seguro
Permiso para sentir y expresar emociones

El niño no necesita un adulto perfecto, necesita un adulto regulado, disponible y presente, que le diga (con el cuerpo, no solo con las palabras): “Estoy aquí, aunque no estés bien”.

Y si tú fuiste ese niño…

Si leyendo esto algo se mueve en ti, si reconoces tu infancia en estas líneas…
Recuerda: no estás rota. No eras demasiado sensible. Solo necesitabas ser sostenida.

Hoy puedes acompañar a tu niña interna con el cuidado que no siempre recibió.

Porque sanar no es volver al pasado.
Es ofrecer al cuerpo la seguridad que entonces no tuvo.

Desde el enfoque del sistema nervioso, la diferencia entre TDAH (Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad) y TDA (Trastorno por Déficit de Atención sin hiperactividad) puede entenderse no solo desde los síntomas, sino desde cómo el cuerpo del niño está intentando autorregularse frente a un entorno que percibe como inseguro o abrumador.

A continuación, te explico las diferencias, con lenguaje claro y desde una mirada cuerpo-mente:

 

 ¿Qué es el TDAH y el TDA?

TDAH: El niño presenta síntomas de hiperactividad, impulsividad y déficit de atención. Está constantemente en movimiento, habla mucho, interrumpe, le cuesta esperar su turno, y cambia rápidamente de foco.

TDA: El niño muestra sobre todo despistes, dificultad para concentrarse y lentitud mental o motora, pero no tiene impulsividad ni exceso de movimiento. Puede parecer que está “en las nubes”, pero sin llamar la atención.

 

¿Y qué pasa desde el sistema nervioso?

 1. Ambos perfiles son respuestas adaptativas

 Tanto el TDA como el TDAH pueden entenderse como formas en que el sistema nervioso ha aprendido a sobrevivir en un entorno percibido como demandante, caótico o emocionalmente inseguro.

 

2. En el TDAH: el cuerpo está en modo “huida” o “lucha”

  • El sistema simpático (modo activación) está sobreestimulado.

  • El niño se mueve, habla, actúa rápido, como forma de descargar tensión interna o gestionar una ansiedad profunda.

  • Es una forma de decir: “No me siento seguro si estoy quieto o si paro. Necesito hacer para no colapsar.”

 

Este perfil suele desarrollarse cuando el entorno es muy exigente, desregulado o estresante y el niño no tiene recursos para bajar el nivel de activación.

 

3. En el TDA: el cuerpo entra en modo “congelación” o disociación

  • El sistema nervioso activa el modo parasimpático dorsal (colapso).

  • El niño parece apagado, desconectado, como si su mente se “fuera” a otro lugar.

  • Es una forma de decir: “No puedo con todo esto, así que me desconecto para sobrevivir.”

 

Este perfil es más común cuando el niño ha vivido sensaciones de soledad emocional, falta de validación, tristeza o miedo sostenido.

 

Entonces… ¿es un trastorno o una respuesta?

Desde una mirada integrativa cuerpo-mente, no siempre hay una disfunción “neurológica pura”, sino una respuesta adaptativa del sistema nervioso frente a un entorno no seguro.

Eso no quiere decir que no necesiten apoyo o acompañamiento —todo lo contrario—. Pero cambia el enfoque:

  • No tratamos de “corregir” al niño, sino de ayudar a que su sistema nervioso vuelva a sentirse seguro.

  • Trabajamos desde la regulación, la presencia, el movimiento, el contacto y la conexión emocional.

 
Instagram: @irenebenitezterapia

Una mirada más compasiva, más profunda, y más efectiva para nuestros niños.

 

Siguiente
Siguiente

Remedios para la ansiedad