El movimiento interrumpido

El movimiento interrumpido es un concepto dentro de la terapia somática y especialmente en el enfoque de constelaciones familiares y trabajo de trauma temprano, que hace referencia a una ruptura precoz en el vínculo con la figura de apego principal, habitualmente la madre.

 

¿Qué significa?

Cuando un bebé o niño pequeño inicia un movimiento natural de conexión hacia la madre (por ejemplo, al extender los brazos, buscar su mirada, o ir hacia ella emocionalmente) y ese gesto no es recibido o es interrumpido —por separación, hospitalización, abandono emocional, depresión materna o exceso de exigencia—, ese impulso queda congelado o interrumpido en el cuerpo y en la psique del niño.

El niño entonces no completa ese movimiento natural de “voy hacia ti, me encuentro contigo y me siento seguro”.

En lugar de eso, puede generar:

  • Desconfianza en el vínculo.

  • Sensación de soledad profunda.

  • Patrones de apego evitativo o ambivalente.

  • Confusión entre el deseo de acercarse y el miedo a ser herido.

  • Dificultad para sostener la cercanía emocional en relaciones adultas.

 

¿Cómo se expresa en la vida adulta?

  • Relaciones donde deseas intimidad, pero la evitas cuando la tienes.

  • Sensación de que nadie te puede sostener realmente.

  • Necesidad constante de demostrar que puedes sola.

  • Miedo a pedir ayuda o a depender de otros.

  • Reacciones desproporcionadas cuando sientes que alguien se aleja o no está disponible emocionalmente.

 

¿Cómo se trabaja el movimiento interrumpido?

 En terapia somática o en constelaciones familiares, se trabaja a través de:

  • Recrear simbólicamente ese movimiento hacia la figura de apego.

  • Acompañarlo desde la presencia corporal y la contención emocional.

  • Reconectar con el impulso original de ir hacia el otro sin miedo, y completar ese gesto internamente.

  • Dar espacio al dolor del abandono o de la falta de respuesta… y validarlo.

El objetivo no es "culpar" a la madre ni revivir el pasado, sino devolver al cuerpo la posibilidad de confiar y reparar el vínculo interno.

 

En resumen:

 El movimiento interrumpido es una herida temprana en el deseo natural de amar y ser amado.
No se sana desde el esfuerzo, sino desde el cuerpo, el permiso, y la presencia compasiva.

 

 

Visualización guiada: Restaurando el movimiento interrumpido

Esta práctica está pensada para hacer en un momento de calma. Puedes estar sentada o tumbada, con los ojos cerrados o semicerrados. No necesitas forzarte a sentir nada. Solo disponerte a escuchar, imaginar y permitir.

 

Paso 1: Encuentra tu centro

 

Lleva una mano al pecho y otra al abdomen.
Respira lento…
Inhala en 4, exhala en 6.
Hazlo 3 veces.

Di internamente:

“Estoy aquí. Estoy a salvo. Puedo estar conmigo.”

 

Paso 2: Imagina a tu niña interior

 

Visualiza a tu yo de unos 3 o 4 años.
Imagina cómo está vestida, cómo es su rostro, cómo se mueve.
¿Está sola? ¿Te está buscando?

No necesitas cambiar nada. Solo observa.
Puedes acercarte lentamente a ella… sin prisa.

 

Paso 3: El gesto interrumpido

 

Ahora imagina que esa niña extiende sus brazos hacia su madre, o hacia alguien que representaba seguridad para ella.

Pero esa persona no está disponible.
No hay respuesta, o está distante.

Observa qué ocurre en el cuerpo de la niña.
¿Se retira? ¿Llora? ¿Se congela?

Tómate un momento para notar cómo se siente eso en tu cuerpo hoy.

 

 

Paso 4: Repetir el gesto con acompañamiento

 

Ahora, imagina que tú —la adulta que eres hoy— te colocas al lado de esa niña.

Le dices:

“Estoy aquí para acompañarte a completar ese movimiento.”

Permítele, poco a poco, volver a extender sus brazos.
Y esta vez, recíbela.
Abrázala. Sosténla.
Dile:

“Te veo. Te recibo. No estás sola.”

Permanece un instante así, en ese encuentro simbólico.
Respira con ella.
Siente si algo cambia.

Paso 5: Cierre

 

Agradece a tu cuerpo por permitirte hacer este gesto.
No importa si fue leve o intenso.
Lo importante es que estás acompañando ese vínculo, sin juicio.

Di internamente:

“Puedo darme lo que no tuve entonces. Puedo acompañarme ahora.”

 

 

 

Ejercicio corporal simple: “Ir hacia”

 Este ejercicio puedes hacerlo con una persona de confianza o contigo misma.

 

Material:

Una silla o cojín delante de ti, o una persona dispuesta a sostener desde la presencia.

 

Instrucciones:

1.     Siéntate en el suelo o a cierta distancia de la silla/persona.

2.     Cierra los ojos y siente el deseo interno de acercarte.

3.     Cuando sientas ese impulso, mueve lentamente el cuerpo hacia adelante.

4.     Hazlo despacio, sin forzarte.
Observa si aparece alguna emoción, tensión o resistencia.

5.     Cuando llegues, apoya las manos sobre el cojín o las rodillas de quien te acompaña.

6.     Permanece ahí. Respira. Nómbralo si quieres:

             “Estoy haciendo un gesto que no pude completar.”

7.     Puedes repetirlo varias veces, o parar cuando lo necesites.

 

Este ejercicio ayuda a devolver al cuerpo la posibilidad de acercarse sin miedo, de confiar, y de ser recibido con seguridad.

 

Si te apetece puedes escuchar esta meditación que he hecho para este momento de conexión-desconexión

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