Ansiedad: lo que sientes tiene un origen

La ansiedad es una palabra que muchas personas pronuncian a diario… pero pocas entienden de verdad.

¿Cómo se manifiesta?

A nivel físico:

  • Insomnio

  • Palpitaciones

  • Tensión muscular

A nivel mental:

  • Pensamientos repetitivos

  • Dificultad para concentrarse

  • Necesidad de control

  • Miedo constante a que algo malo ocurra

  • Hipervigilancia

  • Diálogo interno muy crítico o negativo

Hoy quiero hablarte de esa ansiedad que sientes cada día.
Esa que aparece sin avisar, que no sabes de dónde viene, que no desaparece…
y que muchas veces ni la terapia tradicional consigue calmar del todo.

¿Dónde está realmente su origen?
¿Por qué vuelve una y otra vez?
¿Qué herida sigue activa bajo los síntomas?
¿Y cómo sanarla desde la raíz para que el cambio sea profundo y duradero?

La ansiedad es una respuesta de protección

Tu cuerpo y tu cerebro están programados para protegerte ante el peligro, ya sea real o imaginado.
Cuando detectan una amenaza, activan una alarma para ayudarte a reaccionar rápidamente.

Esa alarma se llama ansiedad.

El problema es que muchas veces esa alarma se dispara aunque no haya un verdadero peligro.
Está desajustada, hiperactiva.
Y no sabemos cómo apagarla.

El filtro del peligro

Tu sistema nervioso autónomo procesa la información antes incluso de que seas consciente de ella.
Tu cuerpo siente el peligro antes de que puedas pensarlo.

Este filtro puede ser:

  • Mental: creencias, pensamientos aprendidos, interpretaciones

  • Corporal: memorias emocionales, experiencias no integradas

Si el filtro detecta algo que asocia con una amenaza, se activa una respuesta automática: lucha, huida o congelación.

Un ejemplo cotidiano:

Envías un mensaje.
No recibes respuesta.
No ha pasado nada grave, pero tu cuerpo empieza a alterarse.

Y entonces aparecen pensamientos como:

“¿Habré hecho algo mal?”
“¿Estarán enfadados?”
“¿Le habrá pasado algo?”

No es el hecho en sí.
Es el filtro con el que interpretas lo que sucede.

Cuando el filtro activa la alarma…

Aparece el desbordamiento emocional:

  • Emociones intensas y abrumadoras

  • Dificultad para pensar o tomar decisiones

  • Sensación de sobrecarga

  • Reacciones físicas inesperadas

Y sin darte cuenta, empiezas a vivir para evitar la ansiedad, en lugar de atender lo que quiere mostrarte.

¿Qué situaciones suelen dispararla?

  • Relaciones afectivas

  • Miedo a conducir, volar o ir a eventos

  • Duelos no elaborados

  • Enfermedades propias o ajenas

  • Inestabilidad económica

  • Presión en el trabajo

  • Miedo a equivocarse

  • Juicio externo… y también interno

¿Y por qué unas personas logran regularse y otras no?

La diferencia no está en lo que sucede.
Está en la historia de cada cuerpo.

A lo largo de la vida vivimos experiencias que nos marcan.
Algunas se integran sin dejar huella.
Pero otras, cuando nos sacan de nuestra ventana de tolerancia (el rango en el que el sistema nervioso puede gestionar las emociones sin desbordarse), quedan registradas como trauma.

Tu cuerpo guarda esas vivencias como peligros no resueltos.
Y cualquier situación presente que se le parezca —aunque sea solo emocionalmente— puede reactivar la alarma.

Esto puede ocurrir tanto con eventos graves (accidentes, abusos, pérdidas repentinas) como con situaciones más sutiles y cotidianas (una espera, una crítica, una mirada).

La ansiedad no es el problema

La ansiedad es una herramienta de protección.
Es tu sistema nervioso diciendo:

“Hay algo que no está resuelto. Hay algo que me asusta.”

No es tu enemiga.
Es la señal de que una parte de ti sigue en alerta.

Por eso, cuando solo tratamos los síntomas, sentimos un alivio temporal…
pero la raíz sigue viva.

¿Por qué muchas terapias no funcionan del todo?

Porque están enfocadas en gestionar los síntomas, no en sanar el origen.

Y no está mal tener herramientas de regulación.
Son útiles y necesarias.
Pero si no trabajamos con el trauma que alimenta la ansiedad, los mismos patrones volverán.

Un ejemplo clásico:

Tienes miedo a volar.
Racionalmente sabes que el avión es un medio seguro.
Pero solo de pensarlo, tu cuerpo se activa: sudoración, palpitaciones, tensión.

No es lo que sabes.
Es lo que tu cuerpo recuerda.

¿Cómo se sana desde la raíz?

Desde mi experiencia, enfoques como la psicoterapia del trauma, la terapia de Sistemas Internos y la terapia somática permiten acceder con seguridad a esas memorias emocionales guardadas en el cuerpo y procesarlas sin revivirlas.

No se trata de volver al pasado, sino de liberar al cuerpo del presente congelado.

Se trata de dejar de sobrevivir… para empezar a vivir.

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